16/11/12

Maldito Karma - pág. 99

SAFIER, David. Maldito Karma. Barcelona: Seix Barral, 2009. ISBN 978-84-322-2858-2.

"- Si necesitas ayuda, puedo coger unos días más de vacaciones -se ofreció Nina.
- ¡No necesito ninguna ayuda! -grité-. ¡Desaparece, regresa a Hamburgo y atibórrate de anguilas en la lonja! ¡O lo que se haga por allí!
Álex lo consideró un momento y luego dijo:
- Estaría bien que te quedaras un poco más. Quiero concentrarme en Lilly y me gustaría que me echaras un cable con todo el papeleo.
- Soy buena echando cables -contestó Nina.
- ¡A ti te echaré yo un cable! -grité-. ¡Y luego lo apretaré!
Álex miró a Nina esforzándose por sonreír, y se lo agradeció:
- Eres muy amable.
Y Nina resplandeció:
- Faltaría más.
- Es maravillosa -dijo Casanova.
- ¿Que es qué? -lo abronqué.
- Maravillosa. Es una mujer preciosa que no deja solo a un hombre con su dolor -contestó Casanova mirando embelesado a Nina.
Le pegué una buena patada con la pierna trasera izquierda.
- ¡Au! -gritó.
Y me llevé una decepción por no haberle hecho bastante daño para que gritara "¡AUUUUUUUU!".
Álex se levantó del sofá.
- Voy a acostar a la pequeña.
- De acuerdo -dijo Nina-. Yo prepararé la cena.
- Eres muy amable -dijo Álex cansado, y se fue al cuarto de la niña.
Y yo me deslicé tras él, mientras Casanova continuaba mirando a Nina fascinado.

- ¿Vamos a acostarnos? -preguntó Álex a Lilly, que jugaba a la Gameboy sobre su camita.
La pequeña se encogió de hombros. Nunca había sido una cotorra, pero ahora daba la impresión de que había perdido definitivamente el habla.
Álex intentó que no se le notara el desvalimiento y llevó a Lilly al baño. Decidí esperarles y eché un vistazo a la habitación: vi las estrellas fosforescentes que habíamos pegado en el techo. Vi un montón de juguetes, de los cuales Lilly solía usar como mucho un cinco por ciento. Y vi una foto. Era mía. Lilly la había clavado con chinchetas en la pared, encima de la cama. Me echaba de menos.
En ese momento me di cuenta de que las hormigas sí disponen de líquido lagrimal. Pero no brota por los ojos hasta que el dolor es insoportable: como el mío en aquel instante. Lloré como nunca había llorado una hormiga".

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