El escritor Eduardo Romero analiza en su último libro, "Un deseo apasionado de trabajo más barato y servicial", el fenómeno de la inmigración y las llamadas fronteras interiores.
El trabajo realizado por los migrantes ha sido imprescindible para que España haya podido crecer espectacularmente entre 1994 y el año 2007. En este período las cifras económicas son sorprendentes, pero la más espectacular es que hayamos pasado de 12 a 20 millones de asalariados. ¿De dónde han salido esos 8 millones de personas? Pues más allá de la reducción del paro, la incorporación al mercado del trabajo de la mujer autóctona -especialmente del 94 al 2000-, el resto han sido inmigrantes en sectores como el cuidado de personas mayores, la construcción, el turismo, la hostelería, el sector hortofrutícola… Pero estas personas se han incorporado en condiciones de especial vulnerabilidad que en principio estaban aseguradas porque venían a buscarse la vida desde países empobrecidos, en condiciones de desarraigo, y podían estar dispuestas a aceptar condiciones de trabajo miserables o peores que las de los autóctonos. Pero lo normal sería que con el paso del tiempo estas personas se fueran construyendo sus propias redes de apoyo, de arraigo. Sin embargo, las políticas de extranjería, con todas esas violencias en forma de expulsiones, redadas, lo que hacen es eternizar el desarraigo. Tienen que pasar entre 8 y 10 años para conseguir un permiso de residencia más o menos permanente que les permita no tener miedo a ser expulsado. Al vincular los permisos de residencia a tener trabajo lo que están haciendo es colocar a los pies del mercado de trabajo a cientos de miles de trabajadores que tienen que aceptar cualquier cosa. Es una especie de reforma laboral encubierta previa a la que se acaba de realizar.
Lee el resto de la entrevista, en la web de Periodismo Humano
.
Ningún comentario:
Publicar un comentario