11/01/13

El coleccionista de relojes extraordinarios - Pág. 99

GALLEGO GARCÍA, Laura. El coleccionista de relojes extraordinarios. Madrid: Ediciones SM, 2004. ISBN 978-84-675-0081-3.

Contracubierta:
"Para salvar el alma de su madrastra, Jonathan debe encontrar el reloj Deveraux antes de que transcurran doce horas. Está en algún lugar de Ciudad Antigua. Pero a medida que avanza la noche, la ciudad va transformándose. Es y no es la misma".

«—Es una subasta —corroboró el marqués—. Fíjese en el objeto que sale a continuación.
Hadley vio cómo colocaban sobre el mantel un deslumbrante reloj de mesa, adornado con figuras de oro y cuajado de piedras preciosas.
—El reloj Deveraux —dijo el marqués, y sus palabras terminaron en una especie de suspiro anhelante.
Hadley había abierto unos ojos como platos.
—¿Es de oro puro?
—Sí, pero eso es lo que menos debería importarle a usted ahora. Su verdadero valor radica en que es capaz de contrarrestar los efectos del reloj de Qu Sui. No lo olvide.
Hadley se volvió hacia el marqués, suspicaz.
—¿Cómo sé que no me engaña?
—No puede saberlo. Pero de todos modos no tiene elección, ¿verdad?
Hadley abrió la boca para replicar, pero sus ojos se posaron en el cuerpo yacente de Marjorie y en el terrorífico orbe desde donde él la había oído pedir ayuda. Palideció sin poder evitarlo.
—Ya he respondido a su pregunta —dijo entonces el marqués—. Ya sabe cómo es el reloj Deveraux. ¿Todavía quiere ir a buscarlo?
La imagen del Barun-Urt volvió a cambiar, y su esfera mostró de nuevo las oscuras calles de la ciudad que escondía el secreto de aquel extraordinario reloj.
Hadley vaciló un momento, pero no tardó en presentar de nuevo su aspecto altanero y desafiante.
—Por supuesto. Y le aseguro que no tardaré en volver.
El marqués no se volvió ni dijo nada mientras Bill se acercaba a despedirse de Marjorie —evitando mirar la nuebla cambiante del orbe del reloj— y se encaminaba a la puerta de la habitación. Pero una vez allí, el padre de Jonathan se volvió de nuevo hacia él.
—Señor marqués… siento curiosidad por esa imagen de la subasta que me ha mostrado. El tipo de la primera fila se parecía bastante a usted.
—¿De veras? —replicó el marqués con calma, sin apartar la vista de la esfera del reloj—. Tal vez fuera un antepasado mío. La pasión por los relojes me viene de familia, ¿sabe?
Bill fue a decir algo, pero finalmente se encogió de hombros y salió de la habitación. El marqués no se movió, y tampoco hizo el menor gesto cuando oyó cerrarse la puerta principal, ni cuando entró Basilio a comunicarle que el señor Hadley se había marchado. Sus ojos seguían fijos en la esfera del reloj, donde Emma corría tras Jonathan para alcanzarlo.
—Esa chica… —dijo solamente.
A Basilio no le gustó el tono de su voz».

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