24/05/13

Ética de urgencia - Páx. 99

SAVATER, Fernando. Ética de urgencia. Barcelona: Ariel, 2012. ISBN 978-84-344-0490-8.

Contracuberta:
La corrupción, el 15-M, las nuevas tecnologías, internet y las descargas ilegales, los abusos de poder, las contradicciones del capitalismo, la fuerza y la debilidad de la democracia, pero también la belleza, la muerte, la solidaridad…
¿Cómo saber lo que piensan los jóvenes? Preguntándoselo. Una respuesta aparentemente sencilla que esconde una gran dificultad. Porque hay que saber preguntar, hay que saber ponerse en el lugar de los jóvenes, ganarse su confianza. Escuchar y a la vez aconsejar, opinar, posicionarse…
Ética de urgencia nos avisa de las inquietudes de los que en breve heredarán las responsabilidades del mundo del mañana. Una obra que representa el regreso de Fernando Savater al diálogo con los adolescentes sobre las cuestiones morales que más les preocupan; el territorio donde cosechó su mayor éxito editorial, Ética para Amador.


¿Las religiones están por encima de la moralidad? ¿Debemos aceptar que una religión musulmana desprecie a las mujeres por respeto a unas creencias culturales que no son las nuestras?

La moral y la religión son cosas distintas. El problema es que hemos vivido durante años con la idea de que la moral está supeditada a la religión, como pretenden los curas. Pero lo cierto es que desde el obispo hasta el párroco de lo que hablan es de religión, un asunto muy respetable para quien crea, pero solo para quien crea. Mientras que la auténtica moral es algo que vale para los creyentes y los no creyentes, y apela a la capacidad de raciocinio de cualquier persona del mundo.
En Ética para Amador señalé una diferencia básica entre religión y moral que sigue siendo válida: la moral persigue una vida mejor y la religión busca algo mejor que la vida. Son objetivos bastante diferentes.
A mí portarse bien porque después alguien te va a dar un premio no me parece una actitud muy moral. Imagina que ves a un niño que se ha caído a un río y se está ahogando y te arrojas al agua para salvarle, pues no tiene el mismo valor moral si intentas rescatarle a sabiendas de que su padre es un millonario que te va a recompensar generosamente. No es lo mismo saltar solo por salvar una vida que por cobrarte un dinero. Con la religión pasa algo parecido, el soborno del cielo será santo, pero también es un soborno. Y eso es lo que proponen las religiones: un pago por portarte bien.
Las religiones, mientras no sean obligatorias, son un derecho privado de cada ciudadano, pero no pueden pretender constituirse en un deber para nadie, y todavía menos, de la sociedad entera.
Hay que defenderlas como derecho individual siempre que no perjudiquen a ninguna persona. Me parece muy bien que, si una mujer cree que no puede conducir un coche porque es pecado, no lo conduzca, pero que alguien la obligue a no conducir el coche porque él crea que es pecado y se lo prohíba, eso ya no se puede permitir.

Ningún comentario: