06/02/15

Iacobus - Páx. 99

ASENSI, Matilde. Iacobus. Barcelona: Ed. Planeta, 2015. ISBN 978-84-08-13655-2.

Contracuberta:

Galcerán de Born, monje de una orden militar, es enviado por el papa Juan XXII a investigar las misteriosas muertes de Clemente V, su antecesor, y Felipe IV, rey de Francia, tras la ejecución del gran maestre de la Orden del Temple. Acompañado por el novicio García, su fiel y sagaz escudero, y con la ayuda de una hechicera de París, Galcerán irá desentrañando una enigmática trama que le pondrá tras la pista de la Orden del Temple, una institución en teoría ya disuelta pero cuya alargada sombra sigue proyectándose sobre las más importantes esferas del poder.
Combinando la técnica de las novelas de misterio con sus amplios conocimientos históricos, la autora de El origen perdido nos ofrece una apasionante novela de aventuras ambientada en la Europa medieval más convulsa.

Una narración magistral que sitúa a Matilde Asensi entre las grandes autoras de su generación.


 "—¡Estupendo! ¡Los carruajes de los cortesanos son tan cómodos como los aposentos de un príncipe, sire!
—¡Pero qué sabrás tú de aposentos principescos si no has visto nada, Jonás, si acabas de salir del monasterio! —exploté injustamente.
—Vuestra extraña oración no os ha tranquilizado.
—Mi extraña oración me ha servido para comprender que lo único importante para mí en estos momentos es terminar con esta dichosa misión, informar al Papa y al gran comendador, y regresar cuanto antes a mi casa, a Rodas.
—¿Y yo qué? —preguntó él.
—¿Tú...? ¿Acaso crees qeu voy a cargar contigo el resto de mi vida?
Era evidente que estaba de muy mal humor.


Hacía un frío endemoniado en las húmedas calles de París. Nuestras bocas emitían nubes de vaho mientras esperábamos en las sombras el carruaje de Beatriz d'Hirson. Por fortuna, los abrigos de piel que traíamos de Aviñón eran largos y nos cubrían las piernas. El muchacho se había tocado la cabeza, además, con un bonete de fieltro y yo con un sombrero de castor que me protegía el cuero cabelludo del viento gélido. Esa tarde, la dueña de nuestro hostal, a petición mía, había subido a nuestro cuarto para rasurarnos la cara y desmocharnos el pelo, pero Jonás se había negado en redondo a dejarse cortar la melena: en las calles de París había visto a los muchachos de su edad con los cabellos lartos —símbolo de nobleza y de hombres libre— y había decidido imitarlos; también se había negado a dejarse pasar la navaja por las mejillas —aunque solo tenía una ligera pelusa oscura en las quijadas—, orgulloso de su flamante virilidad. Creo que aquella nueva actitud hacia su aspecto era su manera de decirme que no deseaba regresar al cenobio.
—He estado pensando, sire, sobre la visita que hicimos el otro día a Pont-Sainte-Maxence —dijo mientras daba pequeños saltitos para conservar el calor del cuerpo bajo los ropajes.
—¿Y qué has pensado? —pregunté con pocas ganas.
—¿Queréis que os cuente mi teoría sobre la muerte del rey Felipe el Bello?".

Le aquí o primeiro capítulo.
Web da autora.

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