08/02/13

Donde los árboles cantan - Pág. 99

GALLEGO, Laura. Donde los árboles cantan. Madrid: SM, 2011. ISBN 978-84-675-5003-0.

Contracubierta:
Viana, la única hija del duque de Rocagrís, está prometida al joven Robian de Castelmar desde que ambos eran niños. Los dos se aman y se casarán en primavera. Sin embargo, durante los festejos del solsticio de invierno, un arisco montaraz advierte al rey de Nortia y sus caballeros de la amenaza de los bárbaros de las estepas, y tanto Robian como el duque se ven obligados a marchar a la guerra. En tales circunstancias, una doncella como Viana no puede hacer otra cosa que esperar su regreso y, tal vez, prestar atención a las leyendas que se cuentan sobre el Gran Bosque, el lugar donde los árboles cantan.

"El invierno fue duro en toda Nortia, y a Viana le pareció particularmente largo y oscuro. Por las noches, en las que solo escuchaba el silbido del viento septentrional y los aullidos de los lobos, la muchacha recordaba la felicidad de tiempos pasados y se sentía víctima de una pesadilla de la que no podía despertar. El dolor y la pena oprimían su alma, de la misma forma que los espinos asfixiaban el torreón donde trataba de dormir en aquellas frías noches.
Por fin llegó la primavera, pero las cosas no mejoraron. Pronto pasó la fecha en que, de no haber sido por la invasión bárbara, Viana se habría casado con Robian. Y con ella se evaporaron sus últimas esperanzas. Lloraba a menudo, preguntándose qué habría hecho ella para merecer tal destino. Recordaba todos los momentos que habían pasado juntos: sus juegos infantiles, sus sueños de futuo, sus besos a escondidas. Le costaba imaginar que el maratvilloso Robian que ella conocía fuese el mismo joven que la había abandonado a su suerte. Revivía una y otra vez el momento en el que él la había entregado a los bárbaros, repasando cada gesto y cada palabra, en busca de algo que le hiciera concebir nuevas ilusiones . Pero siempre concluía  que todo era tal y como parecía: Robian había renunciado a luchar por ella.
No la amaba tanto como ella creía. Y, desde luego, mucho menos de lo que ella lo amaba a él. Eso en el caso de que él la hubiese querido alguna vez, cosa que empezaba a dudar.
Así, poco a poco, fue haciéndose a la idea de que su historia de amor había acabado para siempre. Y, a medida que su vientre y sus pechos se iban abultando con el relleno falso que Dorea le había proporcionado, las lágrimas acabaron por secarse y una nueva llama se encendió en su interior: la chispa del odio y la rabia empezaba a prender en ella".

Ningún comentario: