Contracuberta:
Gonzalo Gil es un abogado metido en una vida que le resulta ajena, en una carrera malograda que trata de esquivar la constante manipulación de su omnipresente suegro, un personaje todopoderoso de sombra muy alargada. Pero algo va a sacudir esa monotonía.Tras años sin saber de ella, Gonzalo recibe la noticia de que su hermana Laura se ha suicidado en dramáticas circunstancias. Su muerte obliga a Gonzalo a tensar hasta límites insospechados el frágil hilo que sostiene el equilibrio de su vida como padre y esposo. Al involucrarse decididamente en la investigación de los pasos que han llevado a su hermana al suicidio, descubrirá que Laura es la sospechosa de haber torturado y asesinado a un mafioso ruso que tiempo atrás secuestró y mató a su hijo pequeño. Pero lo que parece una venganza es solo el principio de un tortuoso camino que va a arrastrar a Gonzalo a espacios inéditos de su propio pasado y del de su familia que tal vez hubiera preferido no afrontar. Tendrá que adentrarse de lleno en la fascinante historia de su padre, Elías Gil, el gran héroe de la resistencia contra el fascismo, el joven ingeniero asturiano que viajó a la URSS comprometido con los ideales de la revolución, que fue delatado, detenido y confinado en la pavorosa isla de Nazino, y que se convirtió en personaje clave, admirado y temido, de los años más oscuros de nuestro país.Una gran historia de ideales traicionados, de vidas zarandeadas por un destino implacable, una visceral y profunda historia de amor perdurable y de venganza postergada; un intenso thriller literario que recorre sin dar respiro la historia europea.
"—¿Cómo dices?
—A Laura. Las atrapaba al vuelo y las apuntaba en una pequeña libreta de canutillos que solía llevar en el bolso. Luego las repetía una y otra vez, como si las masticase o quisiera domarlas.
—¿Qué clase de palabras?
—Palabras salvajes. Buscaba el significado en el diccionario y lo subrayaba con un rotulador fluorescente. Si al cabo de un tiempo volvía al vocablo y descubría que ya lo había buscado antes, se enfadaba como una cría.
—No lo sabía —dijo Lola tocándole levemente la cabeza, como si ya hubiese hecho lo que podía para consolarle. Gonzalo parpadeó como si hubiese descubierto en ese instante algo insoportable. Durante unos segundos tanteó el rostro de su mujer con la mirada.
—En realidad, yo tampoco sabía ya gran cosa de ella. Diez años de distancia son muchos años.
—No fue culpa tuya. Fue ella la que decidió alejarse.
Gonzalo asintió mecánicamente, sin llegar a la evidencia de aquella certeza. Contempló el perfil de Lola, como si quisiera cerciorarse de que los ojos no le mentían. La luz de la lamparita se reflejaba en su rosto y lo convertía en una impresión difusa, como esos perfiles que se adivinan tras una ventana los días de lluvia.
Lola se alisó el pelo y se estiró la carne de las mejillas.
—Creo que necesito un café.
Preparó el desayuno en silencio; hacía años que no se molestaba en calentarle a Gonzalo el café o en exprimir un par de naranjas con una cucharada de azúcar. Gonzalo la dejaba hacer, observando con la mente en blanco cómo iba de un lado a otro de la cocina. Su esposa vino a sentarse a su lado con una taza humeante y vivificadora.
—¿Has hablado últimamente con Javier?
—Al menos lo he intentado —concedió Gonzalo, que miraba a su esposa esperando que terminara la frase".
Le aquí unha crítica do libro.
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