Contracubierta:
Esta ciudad huele a humo y a cosas que se pudren en verano. Está más encantada de lo que imaginé. Ahí fuera, en algún lugar, está lo que vine a buscar, un fantasma con fuerza suficiente para arrebatar el aliento de las gargantas de los vivos. Pienso de nuevo en ella. Anna. Anna vestida de sangre. Me pregunto qué trucos intentará. Me pregunto si será inteligente. ¿Flotará? ¿Se reirá o gritará? ¿Cómo intentará matarme?
"Estoy de nuevo frente a la casa de Anna. La parte lógica de mi cerebro me asegura que se trata solo de una casa. Que es lo que guarda en su interior lo que la convierte en algo terrorífico, perligroso, que no es posible que se esté inclinando hacía mí, como si me acechara entre los hierbajos. Es imposible que esté intentando despegarse de sus cimientos para tragarme entero, aunque lo parezca.
Detrás de mí, escucho un leve bufido. Me vuelvo. Tybalt tiene apoyadas las patas delanteras en la puerta del conductor del coche de mi madre y mira a través de la ventanilla.
—Esto no es una broma, gatito —no sé por qué mi madre me ha obligado a traerlo. No me va a ayudar. Cuando se trata de utilidad, parece más un detector de humo que un perro de caza. Al regresar a casa después de las clases, le conté a mi madre dónde pensaba ir y lo que había sucedido (omitiendo la parte en la que casi me matan y uno de mis compañeros del instituto acabó partido en dos), pero ella debió de presentir que le estaba ocultando algo, porque llevo una nueva capa de aceite de romero en la frente y me ha obligado a traer el gato. En ocasiones, pienso que no tiene ni idea de lo que hago.
No me dijo mucho. Aunque siempre lo tiene ahí, en la punta de la lengua: pedirme que lo deje, recordarme que es peligroso y que hay gente que muere. Pero si yo no hiciera mi trabajo, morirían muchos más. Es la tarea que inició mi padre. Es para lo que nací, el legado que recibí de él, y esa es la verdadera razón por la que permanece callada. Ella creía en mi padre. Fue consciente de los riesgos, hasta el mismo día en que fue asesinado por lo que consideró otro fantasma más de una larga lista. Saco el cuchillo de la mochila y lo libero de su funda. Mi padre salió de casa una tarde con este cuchillo, igual que había hecho desde antes de que yo naciera. Y nunca volvió. Algo acabó con él. La policía nos visitó al día siguiente, después de que mi madre denunciara su desaparición. Nos dijeron que mi padre estaba muerto. Yo me escondí entre las sombras mientras ellos hacían preguntas a mi madre y finalmente un detective susurró sus secretos: el cuerpo de mi padre había aparecido cubierto de mordiscos; faltaban pedazos de su carne".
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